8
Me dijo: «Ahora, hijo de hombre, cava en el muro». Entonces cavé en el muro y hallé una entrada escondida.
9
«¡Entra —me dijo—, y mira los pecados perversos y detestables que cometen ahí!».
10
Entonces entré y vi las paredes grabadas con toda clase de reptiles y criaturas detestables. También vi los diversos ídolos
a los que rendía culto el pueblo de Israel.
11
Allí había de pie setenta líderes de Israel y en el centro estaba Jaazanías, hijo de Safán. Todos tenían en la mano un recipiente para quemar incienso y de cada recipiente se elevaba una nube de incienso por encima de sus cabezas.
12
Entonces el Señor
me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto lo que los líderes de Israel hacen con sus ídolos en los rincones oscuros? Dicen: “¡El Señor
no nos ve; él ha abandonado nuestra tierra!”».
13
Entonces el Señor
agregó: «¡Ven y te mostraré pecados aún más detestables que estos!».
14
Así que me llevó a la puerta norte del templo del Señor
; allí estaban sentadas algunas mujeres, sollozando por el dios Tamuz.
15
«¿Has visto esto? —me preguntó—. ¡Pero te mostraré pecados aún más detestables!».
16
Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor
. En la entrada del santuario, entre la antesala y el altar de bronce, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario del Señor
. ¡Estaban inclinados hacia el oriente, rindiendo culto al sol!
17
«¿Ves esto, hijo de hombre? —me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mí y provocan mi enojo?
18
Por lo tanto, responderé con furia. No les tendré compasión ni les perdonaré la vida y por más que clamen por misericordia, no los escucharé».