2
«Hijo de hombre, enfrenta a Jerusalén con sus pecados detestables.
3
Dale este mensaje de parte del Señor
Soberano: “¡No eres más que una cananea! Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
4
El día en que naciste, nadie se preocupó por ti. No te cortaron el cordón umbilical ni te lavaron ni te frotaron con sal ni te envolvieron en pañales.
5
Nadie puso el más mínimo interés en ti; nadie tuvo compasión de ti ni te cuidó. El día de tu nacimiento, no fuiste deseada; te arrojaron en el campo y te abandonaron para que murieras.
6
»”Sin embargo, llegué yo y te vi ahí, pataleando indefensa en tu propia sangre. Mientras estabas allí tirada dije: ‘¡Vive!’;
7
y te ayudé a florecer como una planta del campo. Creciste y te convertiste en una joya preciosa. Te crecieron los pechos y te salió el vello, pero seguías desnuda.
8
Cuando volví a pasar, vi que ya tenías edad para el amor. Entonces te envolví con mi manto para cubrir tu desnudez y te pronuncié mis votos matrimoniales. Hice un pacto contigo, dice el Señor
Soberano, y pasaste a ser mía.
9
»”Luego te bañé, te limpié la sangre y te froté la piel con aceites fragantes.
10
Te vestí con ropas costosas de lino fino y de seda con bordados hermosos, y te calcé con sandalias de cuero de cabra de la mejor calidad.
11
Te di joyas preciosas, pulseras y hermosos collares,
12
un anillo para la nariz, aretes para las orejas y una hermosa corona para la cabeza.