1
Jerusalén, una esposa infiel
Después recibí otro mensaje del Señor
:
2
«Hijo de hombre, enfrenta a Jerusalén con sus pecados detestables.
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Dale este mensaje de parte del Señor
Soberano: “¡No eres más que una cananea! Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
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El día en que naciste, nadie se preocupó por ti. No te cortaron el cordón umbilical ni te lavaron ni te frotaron con sal ni te envolvieron en pañales.
5
Nadie puso el más mínimo interés en ti; nadie tuvo compasión de ti ni te cuidó. El día de tu nacimiento, no fuiste deseada; te arrojaron en el campo y te abandonaron para que murieras.
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»”Sin embargo, llegué yo y te vi ahí, pataleando indefensa en tu propia sangre. Mientras estabas allí tirada dije: ‘¡Vive!’;
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y te ayudé a florecer como una planta del campo. Creciste y te convertiste en una joya preciosa. Te crecieron los pechos y te salió el vello, pero seguías desnuda.
8
Cuando volví a pasar, vi que ya tenías edad para el amor. Entonces te envolví con mi manto para cubrir tu desnudez y te pronuncié mis votos matrimoniales. Hice un pacto contigo, dice el Señor
Soberano, y pasaste a ser mía.
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»”Luego te bañé, te limpié la sangre y te froté la piel con aceites fragantes.
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Te vestí con ropas costosas de lino fino y de seda con bordados hermosos, y te calcé con sandalias de cuero de cabra de la mejor calidad.
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Te di joyas preciosas, pulseras y hermosos collares,
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un anillo para la nariz, aretes para las orejas y una hermosa corona para la cabeza.
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Así quedaste adornada con oro y plata. Tus ropas eran de lino fino con bordados hermosos. Comiste los mejores alimentos —harina selecta, miel y aceite de oliva— y te pusiste más hermosa que nunca. Parecías una reina ¡y lo eras!
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Tu fama pronto se extendió por todo el mundo a causa de tu belleza. Te vestí de mi esplendor y perfeccioné tu belleza, dice el Señor
Soberano.
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»”Pero pensaste que eras dueña de tu fama y tu belleza. Entonces te entregaste como prostituta a todo hombre que pasaba. Tu belleza estaba a la disposición del que la pidiera.
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Usaste los hermosos regalos que te di para construir lugares de culto a ídolos, donde te prostituiste. ¡Qué increíble! ¿Cómo pudo ocurrir semejante cosa?
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Tomaste las joyas y los adornos de oro y plata que yo te había dado y te hiciste estatuas de hombres y les rendiste culto. ¡Eso es adulterio contra mí!
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Usaste las ropas con bordados hermosos que te di para vestir a tus ídolos. Después usaste mi aceite especial y mi incienso para rendirles culto.
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¡Imagínate! Ofreciste ante ellos en sacrificio la harina selecta, el aceite de oliva y la miel que yo te había dado, dice el Señor
Soberano.
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»”Luego tomaste a tus hijos e hijas —los que diste a luz para mí— y los sacrificaste a tus dioses. ¿No era suficiente con haberte prostituido?
21
¿También tenías que masacrar a mis hijos ofreciéndolos en sacrificio a ídolos?
22
En todos tus años de adulterio y pecado detestable, no recordaste ni una sola vez los días pasados, cuando estabas desnuda y tirada en el campo, pataleando en tu propia sangre.
23
»”¡Qué aflicción te espera!, dice el Señor
Soberano. Además de todas tus otras perversidades,
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edificaste un santuario pagano y levantaste altares a ídolos en la plaza de cada ciudad.
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En cada esquina contaminaste tu belleza ofreciendo tu cuerpo a todo el que pasaba, en una interminable ola de prostitución.
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Luego agregaste a tu lista de amantes al lujurioso Egipto y provocaste mi enojo con tu creciente promiscuidad.
27
Por eso te golpeé con mi puño y reduje tu territorio. Te entregué en manos de tus enemigos, los filisteos, y hasta ellos quedaron horrorizados ante tu conducta depravada.
28
También te prostituiste con los asirios. ¡Parece que nunca te cansas de buscar nuevos amantes! Después de prostituirte con los asirios, tampoco quedaste satisfecha.
29
Por si fueran pocos tus amantes, también te abrazaste a Babilonia,
el territorio de los mercaderes, pero ni aun así quedaste satisfecha.
30
»”¡Qué enfermo tienes el corazón!, dice el Señor
Soberano, para hacer semejantes cosas comportándote como una prostituta desvergonzada.
31
Edificas tus santuarios paganos en cada esquina y construyes en cada plaza los altares para tus ídolos. En realidad, has sido peor que una prostituta, tan desesperada por pecar que ni siquiera exigías que te pagaran.
32
Sí, eres una esposa adúltera que recibe a extraños en lugar de a su propio marido.
33
Las prostitutas cobran por sus servicios, ¡pero tú no! Les das regalos a tus amantes, los sobornas para que tengan sexo contigo.
34
Así que haces lo contrario de las demás prostitutas; ¡tú les pagas a tus amantes en lugar de que ellos te paguen a ti!
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Juicio por la prostitución de Jerusalén
»”¡Por lo tanto, prostituta, escucha este mensaje de parte del Señor
!
36
Esto dice el Señor
Soberano: por haber derramado tus deseos lujuriosos y haberte desnudado como prostituta ante tus amantes y por haber rendido culto a ídolos detestables
y masacrado a tus hijos en sacrificio a tus dioses,
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ahora yo actuaré en consecuencia. Reuniré a todos tus aliados —los amantes con los que has pecado, tanto los que amaste como los que odiaste— y te desnudaré delante de ellos para que vean tu desnudez.
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Te castigaré por tus homicidios y tu adulterio. En mi celosa furia te cubriré con sangre.
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Luego te entregaré a todas esas naciones que son tus amantes y ellas te destruirán. Derrumbarán tus santuarios paganos y los altares de tus ídolos. Te arrancarán la ropa, se llevarán tus hermosas joyas y te dejarán completamente desnuda.
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Juntas formarán una turba violenta para apedrearte y despedazarte con espadas.
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Quemarán tus casas y te castigarán frente a muchas mujeres. Yo pondré fin a tu prostitución y haré que no les pagues más a tus numerosos amantes.
42
»”Finalmente desahogaré mi furia contra ti, y se calmará el enojo de mis celos. Quedaré tranquilo y ya no estaré enojado contigo.
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No obstante, primero, te daré tu merecido por todos tus pecados, porque no recordaste los días de tu juventud, sino que me hiciste enojar con todas esas maldades, dice el Señor
Soberano. Pues a todos tus pecados detestables les sumaste actos depravados.
44
Todos los que compongan refranes dirán de ti: “De tal madre, tal hija”.
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Pues tu madre despreció a su esposo y a sus hijos, y tú hiciste lo mismo. Eres igual a tus hermanas, que despreciaron a sus esposos y a sus hijos. Queda claro que tu madre era hitita, y tu padre amorreo.
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»”Tu hermana mayor fue Samaria, que vivía con sus hijas en el norte. Tu hermana menor fue Sodoma, que vivía con sus hijas en el sur.
47
Ahora bien, tú no solo pecaste igual que ellas sino que tu corrupción pronto las superó.
48
Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor
Soberano, Sodoma y sus hijas nunca fueron tan perversas como tú y tus hijas.
49
Los pecados de Sodoma eran el orgullo, la glotonería y la pereza, mientras que afuera sufrían los pobres y los necesitados.