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»El Señor
ha dado sabiduría a Bezalel, a Aholiab y a los demás talentosos artesanos, y los ha dotado de habilidad para realizar todas las tareas relacionadas con la construcción del santuario. Que construyan y amueblen el tabernáculo tal como el Señor
ordenó».
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Así que Moisés mandó llamar a Bezalel y Aholiab y a todos los otros a quienes el Señor
había dotado de modo especial y que estaban ansiosos por ponerse a trabajar.
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Moisés les entregó los materiales que el pueblo de Israel había donado como ofrendas sagradas para completar la construcción del santuario. Sin embargo, el pueblo seguía entregando ofrendas adicionales cada mañana.
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Finalmente, los artesanos que trabajaban en el santuario dejaron su labor,
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fueron a ver a Moisés y le informaron: «¡La gente ha dado más de lo necesario para terminar la obra que el Señor
nos ha ordenado hacer!».
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Entonces Moisés dio una orden, y se envió el siguiente mensaje por todo el campamento: «Hombres y mujeres: no preparen más ofrendas para el santuario. ¡Ya tenemos lo suficiente!». Por lo tanto, la gente dejó de llevar sus ofrendas sagradas.
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Sus contribuciones fueron más que suficientes para completar todo el proyecto.
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Construcción del santuario
Los hábiles artesanos hicieron diez cortinas de lino de tejido fino, para el tabernáculo. Luego, Bezalel
adornó las cortinas con hilo azul, púrpura y escarlata, y con querubines hábilmente bordados.
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Las diez cortinas tenían exactamente la misma medida: doce metros con noventa centímetros de largo, por un metro con ochenta centímetros de ancho.
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Se juntaron cinco de estas cortinas para hacer una larga, y lo mismo se hizo con las otras cinco para formar una segunda cortina larga.
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Bezalel hizo cincuenta presillas de tejido azul y las puso a lo largo del borde de la última cortina de cada conjunto.
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Las cincuenta presillas a lo largo del borde de una cortina coincidían con las cincuenta presillas a lo largo del borde de la otra cortina.
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Luego hizo cincuenta broches de oro y los usó para sujetar las dos cortinas largas. De ese modo, el tabernáculo se formaba de una pieza completa.
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Además confeccionó once cortinas con tejido de pelo de cabra para que sirvieran de cubierta para el tabernáculo.
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Las once cortinas tenían exactamente la misma medida: trece metros con ochenta centímetros de largo, por un metro con ochenta centímetros de ancho.