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Moisés huye a Madián
Muchos años después, cuando ya era adulto, Moisés salió a visitar a los de su propio pueblo, a los hebreos, y vio con cuánta dureza los obligaban a trabajar. Durante su visita, vio que un egipcio golpeaba a uno de sus compatriotas hebreos.
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Entonces Moisés miró a todos lados para asegurarse de que nadie lo observaba, y mató al egipcio y escondió el cuerpo en la arena.
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Al día siguiente, cuando Moisés salió de nuevo a visitar a los de su pueblo, vio a dos hebreos peleando.
—¿Por qué le pegas a tu amigo? —le preguntó Moisés al que había empezado la pelea.
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El hombre le contestó:
—¿Quién te nombró para ser nuestro príncipe y juez? ¿Vas a matarme como mataste ayer al egipcio?
Entonces Moisés se asustó y pensó: «Todos saben lo que hice».
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Efectivamente, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y trató de matar a Moisés; pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián.
Cuando Moisés llegó a Madián, se sentó junto a un pozo.
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El sacerdote de Madián tenía siete hijas, quienes fueron al pozo como de costumbre para sacar agua y llenar los bebederos para los rebaños de su padre.
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Pero llegaron unos pastores y las echaron de allí. Entonces Moisés se levantó de un salto y las rescató de los pastores. Luego sacó agua para los rebaños de las muchachas.
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Cuando las jóvenes regresaron a la casa de Reuel, su padre, él les preguntó:
—¿Por qué hoy han regresado tan pronto?
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—Un egipcio nos rescató de los pastores —contestaron ellas—; después nos sacó agua y dio de beber a nuestros rebaños.
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—¿Y dónde está ese hombre? —les preguntó el padre—. ¿Por qué lo dejaron allí? Invítenlo a comer con nosotros.
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Moisés aceptó la invitación y se estableció allí con Reuel. Con el tiempo, Reuel le entregó a su hija Séfora por esposa.
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Más tarde, ella dio a luz un hijo, y Moisés lo llamó Gersón,
pues explicó: «He sido un extranjero en tierra extraña».
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Con el paso de los años, el rey de Egipto murió; pero los israelitas seguían gimiendo bajo el peso de la esclavitud. Clamaron por ayuda, y su clamor subió hasta Dios,
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quien oyó sus gemidos y se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.
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Miró desde lo alto a los hijos de Israel y supo que ya había llegado el momento de actuar.