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Así que, el día señalado, los judíos hirieron de muerte a sus enemigos a filo de espada. Mataron y aniquilaron a sus enemigos e hicieron lo que quisieron con quienes los odiaban.
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En la propia fortaleza de Susa, los judíos mataron a quinientos hombres.
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También mataron a Parsandata, a Dalfón, a Aspata,
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a Porata, a Adalía, a Aridata,
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a Parmasta, a Arisai, a Aridai y a Vaizata:
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los diez hijos de Amán, hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos; pero no se quedaron con ninguna de sus pertenencias.
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Ese mismo día, cuando se le informó al rey el número de muertos en la fortaleza de Susa,
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hizo llamar a la reina Ester y le dijo:
—Los judíos mataron a quinientos hombres solo en la fortaleza de Susa, además de los diez hijos de Amán. Si aquí hicieron eso, ¿qué habrá pasado en el resto de las provincias? Ahora bien, ¿qué más quieres? Te será concedido; dímelo y lo haré.
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Ester contestó:
—Si al rey le agrada, que a los judíos de Susa se les dé permiso para hacer mañana lo que hicieron hoy, y que los cuerpos de los diez hijos de Amán sean atravesados en un poste.
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El rey estuvo de acuerdo, y el decreto se hizo público en Susa. Atravesaron los cuerpos de los diez hijos de Amán.
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Luego, el 8 de marzo,
los judíos de Susa se reunieron y mataron a trescientos hombres más, y otra vez tampoco se quedaron con ninguna de sus pertenencias.
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Mientras tanto, los demás judíos en todas las provincias del rey se reunieron para defender su vida. Quedaron aliviados de todos sus enemigos, al matar a setenta y cinco mil de los que los odiaban; pero no se quedaron con ninguna de sus pertenencias.
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Eso ocurrió en todas las provincias el 7 de marzo, y el día 8
descansaron para celebrar su victoria con un día de fiesta y alegría.
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(Los judíos de Susa mataron a sus enemigos el día 7 de marzo, continuaron el 8, y luego el día 9
descansaron y lo designaron su día de fiesta y alegría).
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De manera que, hasta el día de hoy, los judíos del campo que viven en aldeas remotas celebran un día feriado anualmente en el día señalado a fines del invierno,
en el cual se alegran y se mandan regalos de comida unos a otros.
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El Festival de Purim
Mardoqueo registró esos acontecimientos y envió cartas a los judíos que vivían cerca y lejos, en todas las provincias del rey Jerjes,
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para motivarlos a celebrar cada año un festival durante esos dos días.
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Les dijo que debían celebrar esos días con alegría y festejos, obsequiándose porciones de comida unos a otros y haciendo regalos a los pobres. Ese festival conmemoraría el tiempo en que los judíos quedaron aliviados de sus enemigos, cuando su dolor se convirtió en alegría y su duelo en gozo.
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Así que los judíos aceptaron la propuesta de Mardoqueo y adoptaron esa costumbre anual.
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Amán, hijo de Hamedata el agagueo, el enemigo de los judíos, había conspirado para aplastarlos y destruirlos en la fecha escogida al echar suertes (a las suertes se les llamaba
);
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pero cuando Ester se presentó ante el rey, él emitió un decreto que causó que el plan siniestro de Amán se volviera en su contra, y tanto Amán como sus hijos fueron atravesados en un poste afilado.