23
Amontonaré calamidades sobre ellos
y los derribaré con mis flechas.
24
Los debilitaré con hambre,
alta fiebre y enfermedades mortales.
Les enviaré los colmillos de bestias salvajes
y serpientes venenosas que se arrastran por el polvo.
25
Por fuera, la espada los matará
y por adentro, el terror los carcomerá,
tanto a los muchachos como a las jovencitas,
tanto a los niños como a los ancianos.
26
Los habría aniquilado por completo,
habría borrado hasta el recuerdo de ellos,
27
pero temí la burla de los enemigos de Israel,
quienes podrían entender mal y decir:
‘¡Nuestro poder ha triunfado!
¡El Señor
no tuvo nada que ver en eso!’”
28
»Pero Israel es una nación insensata;
su gente es necia, sin entendimiento.
29
¡Ay, si fueran sabios y entendieran estas cosas!
¡Ay, si supieran lo que les espera!
30
¿Cómo podría una persona perseguir a mil de ellos
y dos personas hacer huir a diez mil,
a menos que la Roca de ellos los hubiera vendido,
a menos que el Señor
se los hubiera entregado?
31
Pero la roca de nuestros enemigos no es como nuestra Roca,
hasta ellos mismos se dan cuenta de eso.
32
Su vid crece de la vid de Sodoma,
de los viñedos de Gomorra.
Sus uvas son veneno,
y sus racimos son amargos.
33
Su vino es veneno de serpientes,
veneno mortal de cobras.
34
»El Señor
dice: “¿Acaso no estoy sellando todas esas cosas
y almacenándolas en mi cofre?
35
Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen.
A su debido tiempo, sus pies resbalarán.
Les llegará el día de la calamidad,
y su destino los alcanzará”.
36
»Sin duda, el Señor
hará justicia a su pueblo
y cambiará de parecer acerca de
sus siervos,
cuando vea que ya no tienen fuerzas
y no queda nadie allí, ni siervo ni libre.
37
Y luego preguntará: “¿Dónde están sus dioses,
esas rocas a las que acudieron para refugiarse?
38
¿Dónde están ahora los dioses
que comían la gordura de sus sacrificios
y bebían el vino de sus ofrendas?
¡Que se levanten esos dioses y los ayuden!
¡Que ellos les den refugio!
39
¡Miren ahora, yo mismo soy Dios!
¡No hay otro dios aparte de mí!
Yo soy el que mata y el que da vida,
soy el que hiere y el que sana.
¡Nadie puede ser librado de mi mano poderosa!
40
Ahora levanto mi mano al cielo
y declaro: ‘Tan cierto como que yo vivo,
41
cuando afile mi espada reluciente
y comience a hacer justicia,
me vengaré de mis enemigos
y daré su merecido a los que me rechazan.
42
Haré que mis flechas se emborrachen de sangre,
y mi espada devorará carne:
la sangre de los masacrados y cautivos,
y las cabezas de los jefes enemigos’”.
43
»Alégrense con él, oh cielos,
y que lo adoren todos los ángeles de Dios.
Alégrense con su pueblo, oh naciones,
y que todos los ángeles se fortalezcan en él.
Pues él vengará la sangre de sus siervos,
cobrará venganza de sus enemigos.
Dará su merecido a los que lo odian
y limpiará la tierra para su pueblo».