13
»Cuando liberes a un siervo varón, no lo despidas con las manos vacías.
14
Sé generoso con él y regálale como despedida algo de tus rebaños, de tus granos y de tus vinos. Dale parte de la abundante riqueza con la que el Señor
tu Dios te haya bendecido.
15
¡Recuerda que una vez tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que el Señor
tu Dios te liberó! Por esa razón, te doy este mandato.
16
»Pero supongamos que tu siervo dice: “No te dejaré”, porque se ha encariñado contigo y con tu familia, y le ha ido bien en tu casa.
17
En ese caso, toma un punzón y perfórale el lóbulo de la oreja contra la puerta. Entonces será tu siervo por el resto de su vida. Haz lo mismo con tus siervas.
18
»No pienses que liberar a tus siervos es una gran pérdida. Recuerda que, durante seis años, te brindaron un servicio que vale el doble del salario de un obrero contratado, y el Señor
tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas.
19
Sacrificio de los machos de las primeras crías
»Tienes que separar para el Señor
tu Dios los primeros machos que nazcan de las crías de tus rebaños y manadas. No uses la primera cría de tu manada para trabajar el campo ni trasquiles la primera cría de tu rebaño.
20
En cambio, te comerás esos animales con tu familia cada año en la presencia del Señor
tu Dios, en el lugar que él elija.
21
Sin embargo, si la primera cría tiene algún defecto —si es ciego, cojo o con otra anormalidad— no deberás ofrecerla en sacrificio al Señor
tu Dios.
22
Más bien, úsala como alimento para tu familia en la ciudad donde vives. Cualquier persona, esté o no ceremonialmente pura, puede comer de ese animal, tal como cualquiera puede comer de una gacela o de un ciervo.
23
Pero por ninguna razón consumas la sangre. Deberás derramarla sobre la tierra como si fuera agua.