2
Sus juicios son verdaderos y justos.
Él ha castigado a la gran prostituta
que corrompió a la tierra con su inmoralidad.
Él ha vengado la muerte de sus siervos».
3
Y otra vez, sus voces resonaron:
«¡Alabado sea el Señor
!
¡El humo de esa ciudad subirá por siempre jamás!».
4
Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono. Exclamaron: «¡Amén! ¡Alabado sea el Señor
!».
5
Y del trono salió una voz que dijo:
«Alaben a nuestro Dios
todos sus siervos
y todos los que le temen,
desde el más insignificante hasta el más importante».
6
Entonces volví a oír algo que parecía el grito de una inmensa multitud o el rugido de enormes olas del mar o el estruendo de un potente trueno, que decían:
«¡Alabado sea el Señor
!
Pues el Señor nuestro Dios,
el Todopoderoso, reina.
7
Alegrémonos y llenémonos de gozo
y démosle honor a él,
porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero,
y su novia se ha preparado.
8
A ella se le ha concedido vestirse del lino blanco y puro de la más alta calidad».
Pues el lino de la más alta calidad representa las buenas acciones del pueblo santo de Dios.
9
Y el ángel me dijo: «Escribe esto: "Benditos son los que están invitados a la cena de la boda del Cordero" —y añadió—: "Estas son palabras verdaderas que provienen de Dios"».
10
Entonces me postré a sus pies para adorarlo, pero me dijo: «No, no me adores a mí. Yo soy un siervo de Dios, como tú y tus hermanos que dan testimonio de su fe en Jesús. Adora sólo a Dios, porque la esencia de la profecía es dar un claro testimonio de Jesús
».
11
El jinete sobre el caballo blanco
Entonces vi el cielo abierto, y había allí un caballo blanco. Su jinete se llamaba Fiel y Verdadero, porque juzga con rectitud y hace una guerra justa.
12
Sus ojos eran como llamas de fuego, y llevaba muchas coronas en la cabeza. Tenía escrito un nombre que nadie entendía excepto él mismo.