2
Vi delante de mí algo que parecía un mar de cristal mezclado con fuego. Sobre este mar estaban de pie todos los que habían vencido a la bestia, a su estatua y al número que representa su nombre. Todos tenían arpas que Dios les había dado
3
y entonaban el canto de Moisés, siervo de Dios, y el canto del Cordero:
«Grandes y maravillosas son tus obras,
oh Señor Dios, el Todopoderoso.
Justos y verdaderos son tus caminos,
oh Rey de las naciones.
4
¿Quién no te temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Pues solo tú eres santo.
Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti,
porque tus obras de justicia han sido reveladas».
5
Las siete copas de las siete plagas
Luego miré y vi que se abría por completo el templo que está en el cielo, el tabernáculo de Dios.
6
Los siete ángeles que sostenían las siete plagas salieron del templo. Estaban vestidos de un lino blanco sin mancha alguna
y tenían una banda de oro que cruzaba el pecho.
7
Entonces uno de los cuatro seres vivientes le entregó a cada uno de los siete ángeles una copa de oro llena de la ira de Dios, quien vive por siempre y para siempre.
8
El templo se llenó del humo de la gloria y el poder de Dios. Nadie podía entrar en el templo hasta que los siete ángeles terminaran de derramar las siete plagas.