5
Entonces dije:
—Oh Señor
Soberano, por favor, detente o no sobreviviremos, porque Israel es tan pequeño.
6
Entonces el Señor
también se retractó de ese plan.
—Tampoco lo haré —dijo el Señor
Soberano.
7
La visión de la plomada
Luego me mostró otra visión. Vi al Señor de pie al lado de una pared que se había construido usando una plomada. Usaba la plomada para ver si aún estaba derecha.
8
Entonces el Señor
me dijo:
—Amós, ¿qué ves?
—Una plomada —contesté.
Y el Señor respondió:
—Probaré a mi pueblo con esta plomada. Ya no pasaré por alto sus pecados.
9
Los altares paganos de sus antepasados
quedarán en ruinas y los santuarios de Israel serán destruidos; acabaré de forma repentina con la dinastía del rey Jeroboam.
10
Amós y Amasías
Luego Amasías, el sacerdote de Betel, mandó un mensaje a Jeroboam, rey de Israel: «¡Amós está tramando una conspiración contra usted, aquí mismo en el umbral de su casa! Lo que él dice es intolerable.
11
Anda diciendo: “Pronto matarán a Jeroboam y el pueblo de Israel será enviado al destierro”».
12
Entonces Amasías envió órdenes a Amós:
—¡Vete de aquí, profeta! ¡Regresa a la tierra de Judá y gánate la vida profetizando allí!
13
No nos molestes con tus profecías aquí en Betel. ¡Este es el santuario del rey y el lugar nacional de culto!
14
Pero Amós contestó:
—No soy profeta profesional ni fui entrenado para serlo.
No soy más que un pastor de ovejas y cultivador de las higueras sicómoros.
15
Sin embargo, el Señor
me llamó y me apartó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo en Israel”.
16
Ahora bien, escuchen este mensaje del Señor
:
“Tú dices:
‘No profetices contra Israel.
Deja de predicar contra mi pueblo’.
17
Pero esto es lo que dice el Señor
:
‘Tu esposa se convertirá en prostituta en esta ciudad
y a tus hijos y a tus hijas los matarán.
Tu tierra será repartida
y tú morirás en tierra extranjera.
Con toda seguridad el pueblo de Israel irá cautivo al destierro,
lejos de su patria’”.