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Al llegar David a la cima del monte de los Olivos, donde la gente adoraba a Dios, Husai el arquita lo estaba esperando. Husai había rasgado sus ropas y había echado polvo sobre su cabeza en señal de duelo.
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Pero David le dijo: «Si vienes conmigo sólo serás una carga.
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Regresa a Jerusalén y dile a Absalón: “Ahora seré tu consejero, oh rey, así como lo fui de tu padre en el pasado”. Entonces podrás frustrar y contrarrestar los consejos de Ahitofel.
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Sadoc y Abiatar, los sacerdotes, estarán allí. Diles todo lo que se está planeando en el palacio del rey,
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y ellos enviarán a sus hijos Ahimaas y Jonatán para que me cuenten lo que está sucediendo».
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Entonces Husai, el amigo de David, regresó a Jerusalén y arribó justo cuando llegaba Absalón.