10
Entonces él le dijo a Tamar:
—Ahora trae la comida a mi dormitorio y dame de comer aquí.
Tamar le llevó su comida preferida,
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pero cuando ella comenzó a darle de comer, la agarró y le insistió:
—Ven, mi amada hermana, acuéstate conmigo.
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—¡No, hermano mío! —imploró ella—. ¡No seas insensato! ¡No me hagas esto! En Israel no se hace semejante perversidad.
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¿Adónde podría ir con mi vergüenza? Y a ti te dirán que eres uno de los necios más grandes de Israel. Por favor, sólo habla con el rey, y él te permitirá casarte conmigo.
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Pero Amnón no quiso escucharla y, como era más fuerte que ella, la violó.
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De pronto, el amor de Amnón se transformó en odio, y la llegó a odiar aún más de lo que la había amado.
—¡Vete de aquí! —le gruñó.
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—¡No, no! —gritó Tamar—. ¡Echarme de aquí ahora es aún peor de lo que ya me has hecho!
Pero Amnón no quiso escucharla.
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Entonces llamó a su sirviente y le ordenó:
—¡Echa fuera a esta mujer y cierra la puerta detrás de ella!
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Así que el sirviente la sacó y cerró la puerta detrás de ella. Tamar llevaba puesta una hermosa túnica larga,
como era costumbre en esos días para las hijas vírgenes del rey.
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Pero entonces, ella rasgó su túnica y echó ceniza sobre su cabeza y, cubriéndose la cara con las manos, se fue llorando.
20
Su hermano Absalón la vio y le preguntó: «¿Es verdad que Amnón ha estado contigo? Bien, hermanita, quédate callada por ahora, ya que él es tu hermano. No te angusties por esto». Así pues, Tamar vivió como una mujer desconsolada en la casa de su hermano Absalón.