2
Una tarde, después del descanso de mediodía, David se levantó de la cama y subió a caminar por la azotea del palacio. Mientras miraba hacia la ciudad, vio a una mujer de belleza singular que estaba bañándose.
3
Luego envió a alguien para que averiguara quién era la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam y esposa de Urías el hitita».
4
Así que David envió mensajeros para que la trajeran y cuando llegó al palacio, se acostó con ella. Luego ella regresó a su casa. (Betsabé recién había terminado los ritos de purificación posteriores a su período menstrual).
5
Tiempo después, cuando Betsabé descubrió que estaba embarazada, le envió el siguiente mensaje a David: «Estoy embarazada».
6
Entonces David envió un mensaje a Joab: «Mándame a Urías el hitita». Así que Joab se lo envió.
7
Cuando Urías llegó, David le preguntó cómo estaban Joab y el ejército, y cómo marchaba la guerra.
8
Después le dijo a Urías: «Ve a tu casa a descansar».
David incluso le envió un regalo a Urías apenas este dejó el palacio.
9
Pero Urías no fue a su casa, sino que durmió esa noche a la entrada del palacio con la guardia real.
10
Al enterarse David de que Urías no había ido a su casa, lo mandó llamar y le preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Por qué no fuiste anoche a tu casa después de haber estado fuera por tanto tiempo?
11
Urías le contestó:
—El arca y el ejército de Israel y el de Judá están viviendo en carpas,
y Joab y los hombres de mi señor están acampando a cielo abierto. ¿Cómo podría yo ir a casa para beber, comer y dormir con mi esposa? Juro que jamás haría semejante cosa.
12
—Está bien, quédate hoy aquí —le dijo David— y mañana puedes regresar al ejército.
Así que Urías se quedó en Jerusalén ese día y el siguiente.