9
Sin embargo, de inmediato Eliseo, hombre de Dios, le advertía al rey de Israel: «No te acerques a ese lugar, porque allí los arameos piensan movilizar sus tropas».
10
Entonces el rey de Israel mandaba un aviso al lugar indicado por el hombre de Dios. Varias veces Eliseo le advirtió al rey para que estuviera alerta en esos lugares.
11
Esa situación disgustó mucho al rey de Aram y llamó a sus oficiales y les preguntó:
—¿Quién de ustedes es el traidor? ¿Quién ha estado informándole al rey de Israel acerca de mis planes?
12
—No somos nosotros, mi señor el rey —respondió uno de los oficiales—. ¡Eliseo, el profeta de Israel, le comunica al rey de Israel hasta las palabras que usted dice en la intimidad de su alcoba!
13
—Vayan a averiguar dónde está —les ordenó el rey—, para mandar soldados a capturarlo.
Luego le avisaron: «Eliseo está en Dotán».
14
Así que una noche, el rey de Aram envió un gran ejército con muchos caballos y carros de guerra para rodear la ciudad.
15
Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados.
—¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo.
16
—¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos!
17
Entonces Eliseo oró: «Oh Señor
, ¡abre los ojos de este joven para que vea!».
Así que el Señor
abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego.
18
Cuando el ejército arameo avanzó hacia él, Eliseo rogó: «Oh Señor
, haz que ellos queden ciegos». Entonces el Señor
los hirió con ceguera, tal como Eliseo había pedido.
19
Luego Eliseo salió y les dijo: «¡Ustedes vinieron por el camino equivocado! ¡Esta no es la ciudad correcta! Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan», y los guió a la ciudad de Samaria.