15
Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados.
—¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo.
16
—¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos!
17
Entonces Eliseo oró: «Oh Señor
, ¡abre los ojos de este joven para que vea!».
Así que el Señor
abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego.
18
Cuando el ejército arameo avanzó hacia él, Eliseo rogó: «Oh Señor
, haz que ellos queden ciegos». Entonces el Señor
los hirió con ceguera, tal como Eliseo había pedido.
19
Luego Eliseo salió y les dijo: «¡Ustedes vinieron por el camino equivocado! ¡Esta no es la ciudad correcta! Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan», y los guió a la ciudad de Samaria.
20
Apenas entraron en Samaria, Eliseo pidió en oración: «Oh Señor
, ahora ábreles los ojos para que vean». Entonces el Señor
les abrió los ojos, y se dieron cuenta de que estaban en el centro de la ciudad de Samaria.
21
Cuando el rey de Israel los vio, gritó a Eliseo:
—¿Los mato, padre mío, los mato?
22
—¡Claro que no! —contestó Eliseo—. ¿Acaso matamos a los prisioneros de guerra? Dales de comer y de beber, y mándalos de regreso a su casa, con su amo.
23
Entonces el rey hizo un gran banquete para ellos y luego los mandó de regreso a su amo. Después de este incidente, los saqueadores arameos se mantuvieron lejos de la tierra de Israel.
24
Ben-adad sitia a Samaria
Sin embargo, tiempo después, el rey de Aram reunió a todo su ejército y sitió a Samaria.
25
Como consecuencia, hubo mucha hambre en la ciudad. Estuvo sitiada por tanto tiempo que la cabeza de un burro se vendía por casi ochenta piezas de plata, y doscientos mililitros de estiércol de paloma se vendía por cinco piezas
de plata.