10
»Pero en cuanto a nosotros, el Señor
es nuestro Dios, y no lo hemos abandonado. Solo los descendientes de Aarón sirven al Señor
como sacerdotes, y solo los levitas pueden ayudarlos en su trabajo.
11
Ellos presentan ofrendas quemadas e incienso aromático al Señor
cada mañana y cada tarde. Colocan el pan de la Presencia en la mesa sagrada y encienden cada noche el candelabro de oro. Nosotros seguimos las instrucciones del Señor
nuestro Dios, pero ustedes lo han abandonado.
12
Así que como pueden ver, Dios está con nosotros; él es nuestro líder. Sus sacerdotes tocan las trompetas y nos dirigen en batalla contra ustedes. ¡Oh pueblo de Israel, no luches contra el Señor
, Dios de tus antepasados, porque no tendrás éxito!».
13
Mientras tanto, Jeroboam había enviado en secreto una parte de su ejército para rodear por la retaguardia a los hombres de Judá y tenderles una emboscada.
14
Cuando los de Judá se dieron cuenta de que los estaban atacando por delante y por detrás, clamaron al Señor
por ayuda. Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas,
15
y los hombres de Judá empezaron a gritar. Al sonido de su grito de batalla, Dios derrotó a Jeroboam y a todo Israel. Los derrotó de forma aplastante delante de Abías y del ejército de Judá.
16
El ejército israelita huyó de Judá, y Dios lo entregó derrotado en sus manos.
17
Abías y su ejército les causaron grandes pérdidas; ese día murieron quinientos mil soldados selectos de Israel.
18
Así que Judá venció a Israel en esa ocasión porque confió en el Señor
, Dios de sus antepasados.
19
Abías y su ejército persiguieron a las tropas de Jeroboam y conquistaron algunas de sus ciudades, entre ellas Betel, Jesana y Efrón, junto con sus aldeas vecinas.
20
De modo que Jeroboam de Israel nunca recuperó su poder mientras vivió Abías, y finalmente el Señor
lo hirió y murió.