4
Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor
. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto.
5
Por eso, hasta el día de hoy, ni los sacerdotes de Dagón ni nadie más que entra al templo de Dagón, en Asdod, pisan el umbral.
6
Entonces la mano dura del Señor
hirió a la gente de Asdod y de las aldeas cercanas con una plaga de tumores.
7
Cuando el pueblo se dio cuenta de lo que sucedía, exclamó: «¡No podemos quedarnos con el arca del Dios de Israel ni un minuto más! ¡Él está en contra de nosotros! Todos seremos destruidos junto con Dagón, nuestro dios».
8
De modo que convocaron a los gobernantes de las ciudades filisteas y les preguntaron:
—¿Qué debemos hacer con el arca del Dios de Israel?
Los gobernantes deliberaron y contestaron:
—Trasládenla a la ciudad de Gat.
Así que trasladaron el arca del Dios de Israel a Gat.
9
Pero cuando el arca llegó a Gat, la mano dura del Señor
cayó sobre sus hombres, jóvenes y mayores; los hirió con una plaga de tumores, y hubo gran pánico.
10
Entonces enviaron el arca de Dios a la ciudad de Ecrón, pero cuando los habitantes de Ecrón vieron que se acercaba, clamaron: «¡Traen el arca del Dios de Israel a nuestra ciudad para matarnos a nosotros también!».
11
Entonces el pueblo volvió a llamar a los gobernantes filisteos y les suplicó: «¡Por favor, regresen el arca del Dios de Israel a su propio país, o nos matará
a todos!». Pues ya había comenzado la plaga mortal enviada por Dios, y un gran temor se apoderaba del pueblo.
12
Los que no morían, sufrían de tumores; y el clamor del pueblo ascendió al cielo.