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Entre tanto, uno de los siervos de Nabal fue a decirle a Abigail: «David envió mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, pero él les respondió con insultos.
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Estos hombres nos trataron muy bien y nunca sufrimos ningún daño de parte de ellos. Nada nos fue robado durante todo el tiempo que estuvimos con ellos.
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De hecho, día y noche fueron como un muro de protección para nosotros y nuestras ovejas.
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Es necesario que usted lo sepa y decida qué hacer, porque habrá problemas para nuestro amo y toda la familia. ¡Nabal tiene tan mal genio que no hay nadie que pueda hablarle!».
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Sin perder tiempo, Abigail juntó doscientos panes, dos cueros llenos de vino, cinco ovejas matadas y preparadas, un recipiente con casi cuarenta kilos
de trigo tostado, cien racimos de pasas y doscientos pasteles de higo. Lo cargó todo en burros
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y les dijo a sus siervos: «Vayan adelante y dentro de poco los seguiré». Pero no le dijo a su esposo Nabal lo que estaba haciendo.
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Así que, montada en un burro, Abigail entraba a un barranco de la montaña cuando vio a David y a sus hombres acercándose a ella.
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En ese momento, David decía: «¡De nada sirvió ayudar a este tipo! Protegimos sus rebaños en el desierto y ninguna de sus posesiones se perdió o fue robada. Pero él me devolvió mal por bien.
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¡Que Dios me castigue y me mate
si tan solo un hombre de su casa queda con vida mañana por la mañana!».
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Abigail intercede por Nabal
Cuando Abigail vio a David, enseguida bajó de su burro y se inclinó ante él hasta el suelo.
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Cayó a sus pies y le dijo:
—Toda la culpa es mía en este asunto, mi señor. Por favor, escuche lo que tengo que decir.
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Sé que Nabal es un hombre perverso y de mal genio; por favor, no le haga caso. Es un necio, como significa su nombre.
Pero yo ni siquiera vi a los hombres que usted envió.
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»Ahora, mi señor, tan cierto como que el Señor
vive y que usted vive, ya que el Señor
impidió que usted matara y tomara venganza por su propia mano, que todos sus enemigos y los que intenten hacerle daño sean tan malditos como lo es Nabal.
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Aquí tengo un regalo que yo, su sierva, le he traído a usted y a sus hombres.
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Le ruego que me perdone si lo he ofendido en alguna manera. El Señor
seguramente lo recompensará con una dinastía duradera, porque pelea las batallas del Señor
y no ha hecho mal en toda su vida.
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»Aun cuando lo persigan aquellos que buscan su muerte, su vida estará a salvo al cuidado del Señor
su Dios, ¡segura en su bolsa de tesoros! ¡Pero la vida de sus enemigos desaparecerá como piedras lanzadas por una honda!
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Cuando el Señor
haya hecho todo lo que prometió y lo haya hecho líder de Israel,
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que esta no sea una sombra en su historial. Entonces su conciencia no tendrá que llevar la pesada carga de derramamiento de sangre y venganza innecesarios. Y cuando el Señor
haya hecho estas grandes cosas para usted, por favor, ¡acuérdese de mí, su sierva!
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David le respondió a Abigail:
—¡Alabado sea el Señor
, Dios de Israel, quien hoy te ha enviado a mi encuentro!
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¡Gracias a Dios por tu buen juicio! Bendita seas, pues me has impedido matar y llevar a cabo mi venganza con mis propias manos.
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Juro por el Señor
, Dios de Israel, quien me ha librado de hacerte daño, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, mañana por la mañana ninguno de los hombres de Nabal habría quedado con vida.
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Entonces David aceptó su regalo y le dijo:
—Vuelve a tu casa en paz. Escuché lo que dijiste y no mataremos a tu esposo.
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Cuando Abigail llegó a su casa, encontró a Nabal dando una gran fiesta digna de un rey. Estaba muy borracho, así que no le dijo nada sobre su encuentro con David hasta el amanecer del día siguiente.
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Por la mañana, cuando Nabal estaba sobrio, su esposa le contó lo que había sucedido. Como consecuencia tuvo un derrame cerebral
y quedó paralizado en su cama como una piedra.
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Unos diez días más tarde, el Señor
lo hirió y murió.
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David se casa con Abigail
Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo: «Alabado sea el Señor
, que vengó el insulto que recibí de Nabal y me impidió que tomara venganza por mí mismo. Nabal recibió el castigo por su pecado». Después David envió mensajeros a Abigail pidiéndole que fuera su esposa.
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Cuando los mensajeros llegaron a Carmelo, le dijeron a Abigail:
—David nos ha enviado para que la llevemos a fin de que se case con él.
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Entonces ella se inclinó al suelo y respondió:
—Yo, su sierva, estaría encantada de casarme con David. ¡Aun estaría dispuesta a ser una esclava y lavar los pies de sus siervos!
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Así que enseguida se preparó, llevó a cinco de sus siervas como asistentes, se montó en su burro, y fue con los mensajeros de David. Y se convirtió en su esposa.
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David también se casó con Ahinoam de Jezreel, así que las dos fueron sus esposas.
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Mientras tanto, Saúl había dado a su hija Mical, esposa de David, a un hombre de Galim llamado Palti, hijo de Lais.