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David mata a Goliat
—No te preocupes por este filisteo —le dijo David a Saúl—. ¡Yo iré a pelear contra él!
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—¡No seas ridículo! —respondió Saúl—. ¡No hay forma de que tú puedas pelear contra ese filisteo y ganarle! Eres tan solo un muchacho, y él ha sido un hombre de guerra desde su juventud.
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Pero David insistió:
—He estado cuidando las ovejas y las cabras de mi padre. Cuando un león o un oso viene para robar un cordero del rebaño,
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yo lo persigo con un palo y rescato el cordero de su boca. Si el animal me ataca, lo tomo de la quijada y lo golpeo hasta matarlo.
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Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente!
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¡El mismo Señor
que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo!
Así que Saúl por fin accedió:
—Está bien, adelante. ¡Y que el Señor
esté contigo!
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Después Saúl le dio a David su propia armadura: un casco de bronce y una cota de malla.
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David se los puso, se ciñó la espada y probó dar unos pasos porque nunca antes se había vestido con algo semejante.
—No puedo andar con todo esto —le dijo a Saúl—. No estoy acostumbrado a usarlo.
Así que David se lo quitó.
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Tomó cinco piedras lisas de un arroyo y las metió en su bolsa de pastor. Luego, armado únicamente con su vara de pastor y su honda, comenzó a cruzar el valle para luchar contra el filisteo.
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Goliat caminaba hacia David con su escudero delante de él,
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mirando con desdén al muchacho de mejillas sonrosadas.