21
—Entonces permite que tu hermano Adonías se case con Abisag, la muchacha de Sunem —contestó ella.
22
—¿Cómo es posible que tú me pidas que entregue a Abisag en matrimonio a Adonías? —preguntó el rey Salomón—. ¡Sería lo mismo que pedirme que le dé el reino! Tú sabes que él es mi hermano mayor y que tiene de su lado al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.
23
Entonces el rey Salomón hizo un juramento delante del Señor
diciendo:
—Que Dios me hiera e incluso me mate si Adonías no ha sellado su destino con esta petición.
24
El Señor
me ha confirmado y me ha puesto en el trono de David, mi padre; él ha establecido mi dinastía, tal como lo prometió. Por lo tanto, ¡tan cierto como que el Señor
vive, Adonías morirá hoy mismo!
25
Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaía, hijo de Joiada, que lo ejecutara; y Adonías murió.
26
Luego el rey dijo al sacerdote Abiatar: «Regresa a tu casa, en Anatot. Mereces morir, pero no voy a matarte ahora porque tú cargaste el arca del Señor
Soberano para David, mi padre, y estuviste con él en todas sus dificultades».
27
De ese modo Salomón expulsó a Abiatar del cargo de sacerdote del Señor
, y así se cumplió la profecía que el Señor
había dado en Silo acerca de los descendientes de Elí.
28
Joab no se había unido anteriormente a la rebelión de Absalón, pero sí se había sumado a la rebelión de Adonías. Así que, al enterarse de la muerte de Adonías, corrió a la carpa sagrada del Señor
y se agarró de los cuernos del altar.
29
Cuando se lo informaron al rey, Salomón mandó a Benaía, hijo de Joiada, a ejecutarlo.
30
Benaía fue a la carpa sagrada del Señor
y le dijo a Joab:
—¡El rey te ordena que salgas!
Pero Joab respondió:
—No, aquí moriré.
Entonces Benaía regresó a ver al rey y le informó lo que Joab había dicho.
31
«Haz lo que él pide —respondió el rey—. Mátalo allí, junto al altar, y entiérralo. Así se borrará de la familia de mi padre la culpa de los asesinatos sin sentido que cometió Joab.