9
—¡Ay, señor! —protestó Abdías—, ¿qué daño te he hecho para que me mandes a morir a manos de Acab?
10
Te juro por el Señor
tu Dios que el rey te ha buscado en cada nación y reino de la tierra, desde un extremo hasta el otro ha procurado encontrarte. Cada vez que alguien le afirmaba: “Elías no está aquí”, el rey Acab obligaba al rey de esa nación a jurar que había dicho la verdad.
11
Y ahora tú me dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”.
12
Apenas yo te deje, el Espíritu del Señor
te llevará a quién sabe dónde y cuando Acab llegue aquí y no te encuentre, me matará. Te recuerdo que toda mi vida he sido un fiel siervo del Señor
.
13
¿No te han contado, señor mío, de cuando Jezabel intentaba matar a los profetas del Señor
? Yo escondí a cien de ellos en dos cuevas y les di comida y agua.
14
Y ahora tú me dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”. Si yo hago esto, señor, sin duda Acab me matará.
15
Pero Elías dijo:
—Te juro por el Señor
Todopoderoso, en cuya presencia estoy, que hoy mismo me presentaré ante Acab.
16
Entonces Abdías fue a decirle a Acab que había aparecido Elías, así que Acab fue a encontrarse con él.
17
Cuando Acab vio a Elías, exclamó:
—¿Así que realmente eres tú, el alborotador de Israel?
18
—Yo no le he causado ningún problema a Israel —respondió Elías—. Tú y tu familia son los alborotadores, porque se negaron a obedecer los mandatos del Señor
y, en cambio, han rendido culto a las imágenes de Baal.
19
Ahora, convoca a todo Israel para que se reúna conmigo en el monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
20
Entonces Acab convocó a todos los israelitas y a los profetas al monte Carmelo.
21
Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor
es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio.
22
Entonces Elías les dijo: «Yo soy el único profeta del Señor
que queda, pero Baal tiene cuatrocientos cincuenta profetas.
23
Ahora traigan dos toros. Los profetas de Baal pueden escoger el toro que quieran; que luego lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña de su altar, pero sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña del altar, y tampoco le prenderé fuego.
24
Después, invoquen ustedes el nombre de su dios, y yo invocaré el nombre del Señor
. El dios que responda enviando fuego sobre la madera, ¡ese es el Dios verdadero!»; y toda la gente estuvo de acuerdo.
25
Así que Elías dijo a los profetas de Baal: «Empiecen ustedes, porque son muchos. Escojan uno de los toros, prepárenlo e invoquen el nombre de su dios; pero no le prendan fuego a la leña».
26
Entonces ellos prepararon uno de los toros y lo pusieron sobre el altar. Después invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: «¡Oh Baal, respóndenos!»; pero no hubo respuesta alguna. Entonces se pusieron a bailar, cojeando alrededor del altar que habían hecho.
27
Cerca del mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos. «Tendrán que gritar más fuerte —se mofaba—, ¡sin duda que es un dios! ¡Tal vez esté soñando despierto o quizá esté haciendo sus necesidades!
¡Seguramente salió de viaje o se quedó dormido y necesita que alguien lo despierte!».
28
Así que ellos gritaron más fuerte y, como acostumbraban hacer, se cortaron con cuchillos y espadas hasta quedar bañados en sangre.
29
Gritaron disparates toda la tarde hasta la hora del sacrificio vespertino, pero aún no había respuesta, ni siquiera se oía un solo sonido.