2
Sin embargo, dado que hay tanta inmoralidad sexual, cada hombre debería tener su propia esposa, y cada mujer su propio marido.
3
El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer las necesidades sexuales de su marido.
4
La esposa le da la autoridad sobre su cuerpo a su marido, y el esposo le da la autoridad sobre su cuerpo a su esposa.
5
No se priven el uno al otro de tener relaciones sexuales, a menos que los dos estén de acuerdo en abstenerse de la intimidad sexual por un tiempo limitado para entregarse más de lleno a la oración. Después deberán volverse a juntar, a fin de que Satanás no pueda tentarlos por la falta de control propio.
6
Eso les digo a modo de concesión, no como un mandato.
7
Sin embargo, quisiera que todos fueran solteros, igual que yo; pero cada uno tiene su don específico de Dios, unos de una clase y otros de otra.
8
Así que les digo a los solteros y a las viudas: es mejor quedarse sin casar, tal como yo;
9
pero si no pueden controlarse, entonces deberían casarse. Es mejor casarse que arder de pasión.
10
No obstante, para los que ya están casados, tengo un mandato que no proviene de mí sino del Señor.
La esposa no debe dejar a su marido;
11
pero si lo deja, que no se case de nuevo o bien que se reconcilie con él; y el marido no debe dejar a su esposa.
12
Ahora, me dirigiré al resto de ustedes, aunque no tengo un mandato directo del Señor. Si un hombre cristiano
está casado con una mujer que no es creyente y ella está dispuesta a seguir viviendo con él, no debe abandonarla.