3
Pero tú me conoces, oh SEÑOR, tú me ves, y compruebas la actitud de mi corazón para contigo. Arrástralos como ovejas para el matadero y sepáralos para el día de la matanza.
4
¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y marchita la vegetación de todo el campo? Por la maldad de los que moran en ella han sido destruidos los animales y las aves, porque han dicho: Dios no verá nuestro fin.
5
Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo, pues, vas a competir con los caballos? Si caes en tierra de paz, ¿cómo te irá en la espesura del Jordán?
6
Porque también tus hermanos y la casa de tu padre, también ellos te han traicionado, también ellos han dado gritos en pos de ti; no les creas aunque te digan cosas agradables.
7
He dejado mi casa, he abandonado mi heredad, he entregado a la amada de mi alma en manos de sus enemigos.
8
Mi heredad vino a ser para mí como león en la selva; rugió contra mí; por tanto, la aborrecí.
9
¿Es acaso mi heredad para mí como ave de rapiña de varios colores? ¿Están las aves de rapiña por todos lados contra ella? Id, reunid a todas las bestias del campo, traedlas para que la devoren.
10
Muchos pastores han arruinado mi viña, han hollado mi heredad; han hecho de mi hermosa heredad un desierto desolado.
11
Fue hecha una desolación, llora sobre mí desolada; todo el país ha sido desolado, porque no hubo nadie a quien le importara.
12
Sobre todas las alturas desoladas del desierto han venido destructores, porque la espada del SEÑOR devora de un extremo de la tierra al otro; no hay paz para nadie.
13
Han sembrado trigo y han segado espinos, se han esforzado sin provecho alguno. Avergonzaos, pues, de vuestras cosechas a causa de la ardiente ira del SEÑOR.