12
¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Que mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto
13
Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estaos quietos, y ved la salud del SEÑOR, que él hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis
14
El SEÑOR peleará por vosotros, y vosotros estaréis quietos
15
Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: ¿Por qué me das voces? Di a los hijos de Israel que marchen
16
Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo; y entren los hijos de Israel por en medio del mar en seco
17
Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios, para que los sigan: y yo me glorificaré en el Faraón, y en todo su ejército, y en sus carros, y en su caballería
18
y sabrán los egipcios que yo soy el SEÑOR, cuando me glorifique en el Faraón, en sus carros, y en su gente de a caballo
19
Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó, e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos, se apartó, y se puso a sus espaldas
20
E iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquellos, y alumbraba la noche a Israel; y en toda aquella noche nunca llegaron los unos a los otros
21
Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo el SEÑOR que el mar se retirara por recio viento oriental toda aquella noche; y tornó el mar en seco, y las aguas quedaron divididas
22
Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar en seco, teniendo las aguas como muro a su diestra y a su siniestra