4
Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta, y se estremecieron por él mis entrañas.
5
Yo me levanté para abrir a mi amado; y mis manos destilaron mirra, y mis dedos mirra líquida, sobre los pestillos de la cerradura.
6
Abrí yo a mi amado, pero mi amado se había retirado, se había ido. Tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió.
7
Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, me golpearon y me hirieron; me quitaron de encima mi chal los guardas de las murallas.
8
Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amado, ¿qué le habéis de decir? Que estoy enferma de amor. EL CORO:
9
¿Qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Qué clase de amado es tu amado, que así nos conjuras? LA ESPOSA:
10
Mi amado es resplandeciente y rubio, distinguido entre diez mil.
11
Su cabeza es como oro, oro puro, sus cabellos, como racimos de dátiles, negros como el cuervo.
12
Sus ojos son como palomas junto a corrientes de agua, bañados en leche, colocados en su engaste.
13
Sus mejillas, como eras de bálsamo, como riberas de hierbas aromáticas; sus labios son lirios que destilan mirra líquida.
14
Sus manos, barras de oro engastadas de berilo; su vientre, marfil tallado recubierto de zafiros.