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Y una mujer que había tenido un flujo de sangre por doce años y que había gastado en médicos todo cuanto tenía y no podía ser curada por nadie,
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se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto, y al instante cesó el flujo de su sangre.
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Y Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Mientras todos lo negaban, Pedro dijo, y los que con él estaban: Maestro, las multitudes te aprietan y te oprimen.
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Pero Jesús dijo: Alguien me tocó, porque me di cuenta que de mí había salido poder.
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Al ver la mujer que ella no había pasado inadvertida, se acercó temblando, y cayendo delante de El, declaró en presencia de todo el pueblo la razón por la cual le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
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Y El le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz.