4
Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
5
a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.
6
Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!
7
Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.
8
Pero en aquel tiempo, cuando no conocíais a Dios, erais siervos de aquellos que por naturaleza no son dioses.
9
Pero ahora que conocéis a Dios, o más bien, que sois conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales, a las cuales deseáis volver a estar esclavizados de nuevo?
10
Observáis los días, los meses, las estaciones y los años.
11
Temo por vosotros, que quizá en vano he trabajado por vosotros.
12
Os ruego, hermanos, haceos como yo, pues yo también me he hecho como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho;
13
pero sabéis que fue por causa de una enfermedad física que os anuncié el evangelio la primera vez;
14
y lo que para vosotros fue una prueba en mi condición física, no despreciasteis ni rechazasteis, sino que me recibisteis como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús mismo.
15
¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvisteis? Pues testigo soy en favor vuestro de que de ser posible, os hubierais sacado los ojos y me los hubierais dado.
16
¿Me he vuelto, por tanto, vuestro enemigo al deciros la verdad?