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Entonces Elcana se fue a Ramá, a su casa. Y el niño servía al SEÑOR delante del sacerdote Elí.
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Los hijos de Elí eran hombres indignos; no conocían al SEÑOR
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ni la costumbre de los sacerdotes con el pueblo: cuando algún hombre ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote con un tenedor de tres dientes en su mano mientras se cocía la carne,
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lo introducía en la cazuela, la olla, la caldera o el caldero, y todo lo que el tenedor sacaba, lo tomaba el sacerdote para sí. Así hacían en Silo con todos los israelitas que allí iban.
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Asimismo, antes de quemar la grosura, el criado del sacerdote venía y decía al hombre que ofrecía sacrificio: Da al sacerdote carne para asar, pues no aceptará de ti carne cocida, sino solamente cruda.
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Y si el hombre le decía: Ciertamente deben quemar primero la grosura y después toma todo lo que quieras; él respondía: No, sino que me la darás ahora, y si no la tomaré por la fuerza.
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El pecado de los jóvenes era muy grande delante del SEÑOR, porque los hombres menospreciaban la ofrenda del SEÑOR.
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Samuel siendo niño, ministraba delante del SEÑOR, usando un efod de lino.
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Su madre le hacía una túnica pequeña cada año, y se la traía cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual.
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Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer, y decía: Que el SEÑOR te dé hijos de esta mujer en lugar del que ella dedicó al SEÑOR. Y regresaban a su casa.
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Y el SEÑOR visitó a Ana, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el niño Samuel crecía delante del SEÑOR.