4
Adúlteros, y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.
5
¿Pensáis que la Escritura lo dice sin causa, El espíritu que mora en vosotros codicia para envidia?
6
Mas él da mayor gracia. Por esto él dice: Dios resiste a los soberbios, y da la gracia a los humildes.
7
Sed pues sujetos a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
8
Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad los corazones.
9
Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
10
Humillaos delante de la presencia del Señor, y él os ensalzará.
11
Hermanos, no murmuréis los unos de los otros; el que murmura del hermano, y juzga a su hermano, este tal murmura de la Ley, y juzga a la Ley; y si tú juzgas a la Ley, no eres guardador de la Ley, sino juez.
12
Uno es el dador de la Ley, que puede salvar y perder, ¿quién eres tú que juzgas a otro?
13
Ea ahora, los que decís: Vamos hoy y mañana a tal ciudad, y estaremos allá un año y compraremos mercadería, y ganaremos;
14
y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y después se desvanece.
15
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto, o aquello.
16
Mas ahora gloriáis en vuestras soberbias. Toda gloria semejante es mala.
17
El pecado pues está todavía en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace.