2
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
3
Porque yo reconozco mis rebeliones; y mi pecado está siempre delante de mí.
4
Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.
5
He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.
6
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo; y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7
Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré emblanquecido más que la nieve.
8
Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán los huesos que has abatido.
9
Esconde tu rostro de mis pecados, y rae todas mis maldades.
10
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11
No me eches de delante de ti; y no quites de mí tu santo Espíritu.
12
Vuélveme el gozo de tu salud; y tu espíritu de libertad me sustentará.
13
Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti.
14
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salud; cantará mi lengua tu justicia.
15
Señor, abre mis labios; y publicará mi boca tu alabanza.
16
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto.
17
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18
Haz bien con tu voluntad a Sion; edifica los muros de Jerusalén.
19
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; entonces ofrecerán sobre tu altar becerros.