2
Bienaventurado el hombre a quien no contará el SEÑOR la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
3
Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.
4
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. (Selah.)
5
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones al SEÑOR; y tú perdonarás la maldad de mi pecado. (Selah.)
6
Por esto orará a ti todo misericordioso en el tiempo de poder hallarte; ciertamente en la inundación de las muchas aguas no llegarán éstas a él.
7
Tú eres mi escondedero; de la angustia me guardarás; con clamores de libertad me rodearás. (Selah.)
8
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que andarás; sobre ti fijaré mis ojos.
9
No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento; con cabestro y con freno su boca ha de ser sujetada, porque si no, no lleguen a ti.
10
Muchos dolores para el impío; mas el que espera en el SEÑOR, lo cercará la misericordia.
11
Alegraos en el SEÑOR, y gozaos, justos; y cantad todos vosotros los rectos de corazón.