2
No escondas de mí tu rostro; en el día de mi angustia inclina a mí tu oído; el día que te invocare, apresúrate a responderme.
3
Porque mis días se han consumido como humo; y mis huesos son quemados como en hogar.
4
Mi corazón fue herido, y se secó como la hierba; por lo cual me olvidé de comer mi pan.
5
Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne.
6
Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades.
7
Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado.
8
Cada día me afrentan mis enemigos; los que se enfurecen contra mí, se han conjurado contra mí.
9
Por lo cual como la ceniza a manera de pan, y mi bebida mezclo con lloro,
10
a causa de tu enojo y de tu ira; porque me alzaste, y me arrojaste.
11
Mis días son como la sombra que se va; y me he secado como la hierba.
12
Mas tú, SEÑOR, para siempre permanecerás, y tu memoria para generación y generación.