3
El látigo para el caballo, y el cabestro para el asno, y la vara para el cuerpo del loco.
4
Nunca respondas al loco en conformidad a su locura, para que no seas tú también como él.
5
Responde al loco mostrándole su locura, para que no se estime sabio en su opinión.
6
El que da un cargo al que no tiene facultad para ejercitarlo, es el que envía algo por mano del loco; y beberá el daño.
7
Así como camina el cojo; es el proverbio en la boca del loco.
8
Como quien liga la piedra en la honda, así es el que da honra al loco.
9
Espinas hincadas en mano del embriagado, tal es el proverbio en la boca de los locos.
10
El gran Dios cría todas las cosas; y al loco da la paga, y a los transgresores da el salario.
11
Como perro que vuelve a su vómito, así el loco que repite su locura.
12
¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del loco que de él.
13
Dice el perezoso: El león está en el camino; el león está en las calles .
14
Las puertas se revuelven en sus quicios; así el perezoso en su cama.
15
Esconde el perezoso su mano en el seno; se cansa de volverla a su boca.
16
Más sabio es el perezoso en su propia opinión que siete que le den consejo.
17
El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno, es como el que toma al perro por las orejas.
18
Como el que enloquece, y echa llamas, y saetas, y muerte,
19
tal es el hombre que daña a su amigo, y dice: Ciertamente lo hice por broma.
20
Sin leña se apaga el fuego; y donde no hay chismoso, cesa la contienda.
21
El carbón para brasas, y la leña para el fuego; y el hombre rencilloso para encender contienda.
22
Las palabras del chismoso parecen blandas; mas ellas entran hasta lo secreto del vientre.
23
Como escoria de plata echada sobre el tiesto, son los labios enardecidos y el corazón malo.