5
todavía, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y me muela.
6
Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto.
7
¿Y Dios no defenderá a sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque sea longánimo acerca de ellos?
8
Os digo que los defenderá presto. Pero cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?
9
Y dijo también a unos que confiaban en sí como justos, y menospreciaban a los otros, esta parábola:
10
Dos hombres subieron al Templo a orar: el uno fariseo, el otro publicano.
11
El fariseo, en pie, oraba consigo de esta manera: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12
ayuno lo de dos comidas cada sábado, doy diezmos de todo lo que poseo.
13
Mas el publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14
Os digo que éste descendió a su casa más justificado que el otro; porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
15
Y traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos les reñían.