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Entonces María dijo: engrandece mi alma al Señor;
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Y mi espíritu se alegró en Dios mi Salud,
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porque miró a la bajeza de su criada; Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
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Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su Nombre.
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Y su misericordia de generación a generación a los que le temen.
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Hizo valentía con su brazo; esparció los soberbios del pensamiento de su corazón.
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Quitó los poderosos de los tronos, y levantó a los humildes.
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A los hambrientos colmó de bienes; y a los ricos envió vacíos.
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Recibió a Israel su criado, acordándose de la misericordia.
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Como habló a nuestros padres, a Abraham y a su simiente para siempre.
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Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
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Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
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Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho con ella grande misericordia, y se alegraron con ella.
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Y aconteció, que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
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Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será llamado.
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Y le dijeron: ¿Por qué ? Nadie hay en tu parentela que se llame con este nombre.
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Y hablaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
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Y demandando la tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
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Y luego fue abierta su boca y su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
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Y hubo temor sobre todos los vecinos de ellos; y en todas las montañas de Judea fueron divulgadas todas estas cosas.
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Y todos los que las oían, las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
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Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
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Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y hecho redención a su pueblo,
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y nos alzó el cuerno de salud en la Casa de David su siervo,
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como habló por boca de los santos que fueron desde el principio, sus profetas:
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Salvación de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecieron;
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para hacer misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santo testamento;
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del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de dar,
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que sin temor librados de nuestros enemigos, le serviríamos
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en santidad y en justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.
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Y tú, niño: profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos;
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dando conocimiento de salud a su pueblo, para remisión de sus pecados,
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por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el amanecer,
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para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz.
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Y el niño crecía, y era confortado del Espíritu; y estuvo en los desiertos hasta el día que se mostró a Israel.