2
Oíd, sabios, mis palabras; y vosotros , doctos, estadme atentos.
3
Porque el oído prueba las palabras, como el paladar gusta para comer.
4
Escojamos para nosotros el juicio, conozcamos entre nosotros cuál sea lo bueno;
5
porque Job ha dicho: Yo soy justo, y Dios me ha quitado mi derecho.
6
En mi juicio fue mentiroso, mi saeta es gravosa sin haber yo prevaricado.
7
¿Qué hombre hay como Job, que bebe el escarnio como agua?
8
Y va en compañía con los que obran iniquidad, y anda con los hombres maliciosos.
9
Porque dijo: De nada servirá al hombre el conformar su voluntad con Dios.
10
Por tanto, varones de entendimiento, oídme: Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad.
11
Porque él pagará al hombre según su obra, y él le hará hallar conforme a su camino.
12
Sí, por cierto, Dios no hará injusticia, y el Omnipotente no pervertirá el derecho.
13
¿Quién visitó por él la tierra? ¿Y quién puso en orden todo el mundo?
14
Si él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento,
15
toda carne perecería juntamente, y el hombre se tornaría en polvo.
16
Si pues hay en ti entendimiento, oye esto: Escucha la voz de mis palabras.
17
¿Por ventura se enseñoreará el que aborrece el juicio? ¿Y condenarás tú al poderoso siendo justo?
18
¿Por ventura se ha de decir al rey: Perverso; y a los príncipes: Impíos?
19
Cuánto menos a aquél que no hace acepción de personas de príncipes, ni el rico es de él más respetado que el pobre; porque todos son obras de sus manos.
20
En un momento mueren, y a media noche se alborotarán los pueblos, y pasarán, y sin mano será quitado el poderoso.
21
Porque sus ojos están puestos sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos.
22
No hay tinieblas, ni sombra de muerte donde se encubran los que obran maldad.