6
Mas si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar , no se aparta de mí.
7
Pero ahora me ha fatigado; has tú asolado toda mi compañía.
8
Tú me has arrugado; el testigo es mi magrez, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro.
9
Su furor me arrebató, y me ha sido contrario; crujió sus dientes contra mí; contra mí aguzó sus ojos mi enemigo.
10
Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos.
11
Me ha entregado Dios al mentiroso, y en las manos de los impíos me hizo temblar.
12
Próspero estaba, y me desmenuzó; y me arrebató por la cerviz, y me despedazó, y me puso por blanco suyo.
13
Me cercaron sus flecheros, partió mis riñones, y no perdonó; mi hiel derramó por tierra.
14
Me quebrantó de quebranto sobre quebranto; corrió contra mí como un gigante.
15
Yo cosí saco sobre mi piel, y cargué mi cabeza de polvo.
16
Mi rostro está enlodado con lloro, y mis párpados entenebrecidos;
17
a pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido limpia mi oración.
18
¡Oh tierra! No cubras mi sangre, y no haya lugar donde se esconda mi clamor.
19
Por cierto aún ahora en los cielos está mi testigo, y mi testigo en las alturas.
20
Mis disputadores son mis amigos; mas a Dios destilarán mis ojos.
21
¡Deseo que pudiese disputar el hombre con Dios, como puede con su prójimo!
22
Mas los años contados vendrán, y yo andaré el camino por donde no volveré.