11
De cierto su alteza os había de espantar, y su pavor había de caer sobre vosotros.
12
Vuestras memorias serán comparadas a la ceniza, y vuestros cuerpos como cuerpos de lodo.
13
Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que viniere.
14
¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y pondré mi alma en mi palma?
15
He aquí , aunque me matare, en él esperaré; pero defenderé delante de él mis caminos.
16
Y él mismo me será salud, porque no entrará en su presencia el impío.
17
Oíd con atención mi razón, y mi denuncia con vuestros oídos.
18
He aquí ahora, si yo me apercibiere a juicio, sé que seré justificado.
19
¿Quién es el que pleiteará conmigo? Porque si ahora yo callara, moriría.
20
A lo menos dos cosas no hagas conmigo; y entonces no me esconderé de tu rostro:
21
Aparta de mí tu mano, y no me asombre tu terror.
22
Llama luego , y yo responderé; o yo hablaré, y respóndeme tú.
23
¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi prevaricación y mi pecado.
24
¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?
25
¿A la hoja arrebatada has de quebrantar? ¿Y a una arista seca has de perseguir?
26
¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de los pecados de mi juventud?
27
Pones además mis pies en el cepo, y guardas todos mis caminos, imprimiéndolo a las raíces de mis pies.
28
Siendo el hombre como carcoma que se va gastando, como vestido que se come de polilla.