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Así, nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; que después dijo:
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Y éste es el testamento que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor, Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré;
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y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.
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Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
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Así que, hermanos, teniendo atrevimiento para entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, el Cristo,
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por el camino que él nos consagró nuevo, y vivo, por el velo, es a saber, por su carne,
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y teniendo aquel Gran Sacerdote, sobre la casa de Dios,
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lleguémonos con corazón verdadero, y con fe llena, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia
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retengamos firme la profesión de nuestra esperanza, que fiel es el que prometió.
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Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos a la caridad, y a las buenas obras;
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no dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.