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En esa voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesús, el Cristo, hecha UNA VEZ.
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Así que, todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
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pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios,
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esperando lo que resta, es a decir , hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
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porque con una sola ofrenda hizo consumados para siempre a los santificados.
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Así, nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; que después dijo:
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Y éste es el testamento que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor, Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré;
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y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.
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Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
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Así que, hermanos, teniendo atrevimiento para entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, el Cristo,
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por el camino que él nos consagró nuevo, y vivo, por el velo, es a saber, por su carne,