21
Y cuando los vio, el rey de Israel dijo a Eliseo: ¿Los heriré, padre mío?
22
Y él le respondió: No los hieras; ¿herirías tú a los que tomaste cautivos con tu cuchillo y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y se vuelvan a su señor.
23
Entonces les fue aparejada grande comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron escuadrones de Siria a la tierra de Israel.
24
Después de esto aconteció, que Ben-adad rey de Siria juntó todo su ejército, y subió, y puso cerco a Samaria.
25
Y hubo grande hambre en Samaria, teniendo ellos cerco sobre ella; tanto, que la cabeza de un asno era vendida por ochenta piezas de plata, y la cuarta de un cabo de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.
26
Y pasando el rey de Israel por el muro, una mujer le dio voces, y dijo: Salva, rey señor mío.
27
Y él dijo: Si no te salva el SEÑOR, ¿de dónde te tengo de salvar yo? ¿Del alfolí, o del lagar?
28
Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío.
29
Cocimos, pues , mi hijo, y le comimos. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido su hijo.
30
Y cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos, y pasó así por el muro; y el pueblo vio el cilicio que traía interiormente sobre su carne.
31
Y él dijo: Así me haga Dios, y así me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat quedare sobre él hoy.