7
para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual perece, mas sin embargo es probado con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesús, el Cristo, fuere manifestado;
8
al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado;
9
obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas.
10
De la cual salud los profetas (que profetizaron de la gracia que había de venir en vosotros), han inquirido y diligentemente buscado,
11
escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos; el cual antes anunciaba las aflicciones que habían de venir al Cristo, y la gloria después de ellas.
12
A los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el Evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles.
13
Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesús, el Cristo, os es manifestado,
14
como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
15
mas como aquel que os ha llamado es santo, semejantemente también sed vosotros santos en toda conversación;
16
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
17
Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación,