35
Y acordábanse que Dios era su refugio. Y el Dios Alto su redentor.
36
Mas le lisonjeaban con su boca, Y con su lengua le mentían:
37
Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.
38
Empero él misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía: Y abundó para apartar su ira, Y no despertó todo su enojo.
39
Y acordóse que eran carne; Soplo que va y no vuelve.
40
¡Cuántas veces lo ensañaron en el desierto, Lo enojaron en la soledad!
41
Y volvían, y tentaban á Dios, Y ponían límite al Santo de Israel.
42
No se acordaron de su mano, Del día que los redimió de angustia;
43
Cuando puso en Egipto sus señales, Y sus maravillas en el campo de Zoán;
44
Y volvió sus ríos en sangre, Y sus corrientes, porque no bebiesen.
45
Envió entre ellos una mistura de moscas que los comían, Y ranas que los destruyeron.
46
Dió también al pulgón sus frutos, Y sus trabajos á la langosta.
47
Sus viñas destruyó con granizo, Y sus higuerales con piedra;
48
Y entregó al pedrisco sus bestias, Y al fuego sus ganados.
49
Envió sobre ellos el furor de su saña, Ira y enojo y angustia, Con misión de malos ángeles.
50
Dispuso el camino á su furor; No eximió la vida de ellos de la muerte, Sino que entregó su vida á la mortandad.
51
E hirió á todo primogénito en Egipto, Las primicias de las fuerzas en las tiendas de Châm.
52
Empero hizo salir á su pueblo como ovejas, Y llevólos por el desierto, como un rebaño.
53
Y guiólos con seguridad, que no tuvieron miedo; Y la mar cubrió á sus enemigos.
54
Metiólos después en los términos de su santuario, En este monte que ganó su mano derecha.
55
Y echó las gentes de delante de ellos, Y repartióles una herencia con cuerdas; E hizo habitar en sus moradas á las tribus de Israel.
56
Mas tentaron y enojaron al Dios Altísimo, Y no guardaron sus testimonios;
57
Sino que se volvieron, y se rebelaron como sus padres: Volviéronse como arco engañoso.
58
Y enojáronlo con sus altos, Y provocáronlo á celo con sus esculturas.
59
Oyólo Dios, y enojóse, Y en gran manera aborreció á Israel.
60
Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, La tienda en que habitó entre los hombres;
61
Y dió en cautividad su fortaleza, Y su gloria en mano del enemigo.
62
Entregó también su pueblo á cuchillo, Y airóse contra su heredad.
63
El fuego devoró sus mancebos, Y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.
64
Sus sacerdotes cayeron á cuchillo, Y sus viudas no lamentaron.
65
Entonces despertó el Señor á la manera del que ha dormido, Como un valiente que grita excitado del vino: