8
Abre tu boca por el mudo, En el juicio de todos los hijos de muerte.
9
Abre tu boca, juzga justicia, Y el derecho del pobre y del menesteroso.
10
Mujer fuerte, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepuja largamente á la de piedras preciosas.
11
El corazón de su marido está en ella confiado, Y no tendrá necesidad de despojo.
12
Darále ella bien y no mal, Todos los días de su vida.
13
Buscó lana y lino, Y con voluntad labró de sus manos.
14
Fué como navío de mercader: Trae su pan de lejos.
15
Levantóse aun de noche, Y dió comida á su familia, Y ración á sus criadas.
16
Consideró la heredad, y compróla; Y plantó viña del fruto de sus manos.
17
Ciñó sus lomos de fortaleza, Y esforzó sus brazos.
18
Gustó que era buena su granjería: Su candela no se apagó de noche.
19
Aplicó sus manos al huso, Y sus manos tomaron la rueca.
20
Alargó su mano al pobre, Y extendió sus manos al menesteroso.
21
No tendrá temor de la nieve por su familia, Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22
Ella se hizo tapices; De lino fino y púrpura es su vestido.
23
Conocido es su marido en las puertas, Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24
Hizo telas, y vendió; Y dió cintas al mercader.
25
Fortaleza y honor son su vestidura; Y en el día postrero reirá.
26
Abrió su boca con sabiduría: Y la ley de clemencia está en su lengua.
27
Considera los caminos de su casa, Y no come el pan de balde.
28
Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada; Y su marido también la alabó.