16
Que si yo le invocase, y él me respondiese, Aun no creeré que haya escuchado mi voz.
17
Porque me ha quebrado con tempestad, Y ha aumentado mis heridas sin causa.
18
No me ha concedido que tome mi aliento; Mas hame hartado de amarguras.
19
Si habláremos de su potencia, fuerte por cierto es; Si de juicio, ¿quién me emplazará?
20
Si yo me justificare, me condenará mi boca; Si me dijere perfecto, esto me hará inicuo.
21
Bien que yo fuese íntegro, no conozco mi alma: Reprocharé mi vida.
22
Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume.
23
Si azote mata de presto, Ríese de la prueba de los inocentes.
24
La tierra es entregada en manos de los impíos, Y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él, ¿quién es? ¿dónde está?
25
Mis días han sido más ligeros que un correo; Huyeron, y no vieron el bien.
26
Pasaron cual navíos veloces: Como el águila que se arroja á la comida.
27
Si digo: Olvidaré mi queja, Dejaré mi aburrimiento, y esforzaréme:
28
Contúrbanme todos mis trabajos; Sé que no me darás por libre.
29
Yo soy impío, ¿Para qué trabajaré en vano?
30
Aunque me lave con aguas de nieve, Y limpie mis manos con la misma limpieza,
31
Aun me hundirás en el hoyo, Y mis propios vestidos me abominarán.
32
Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, Y vengamos juntamente á juicio.
33
No hay entre nosotros árbitro Que ponga su mano sobre nosotros ambos.
34
Quite de sobre mí su vara, Y su terror no me espante.
35
Entonces hablaré, y no le temeré: Porque así no estoy en mí mismo.