3
¿No hay quebrantamiento para el impío, Y extrañamiento para los que obran iniquidad?
4
¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos?
5
Si anduve con mentira, Y si mi pie se apresuró á engaño,
6
Péseme Dios en balanzas de justicia, Y conocerá mi integridad.
7
Si mis pasos se apartaron del camino, Y si mi corazón se fué tras mis ojos, Y si algo se apegó á mis manos,
8
Siembre yo, y otro coma, Y mis verduras sean arrancadas.
9
Si fué mi corazón engañado acerca de mujer, Y si estuve acechando á la puerta de mi prójimo:
10
Muela para otro mi mujer, Y sobre ella otros se encorven.
11
Porque es maldad é iniquidad, Que han de castigar los jueces.
12
Porque es fuego que devoraría hasta el sepulcro, Y desarraigaría toda mi hacienda.
13
Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, Cuando ellos pleitearan conmigo,
14
¿Qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él visitara, ¿qué le respondería yo?
15
El que en el vientre me hizo á mí, ¿no lo hizo á él? ¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz?
16
Si estorbé el contento de los pobres, E hice desfallecer los ojos de la viuda;
17
Y si comí mi bocado solo, Y no comió de él el huerfano;
18
(Porque desde mi mocedad creció conmigo como con padre, Y desde el vientre de mi madre fuí guía de la viuda;)
19
Si he visto que pereciera alguno sin vestido, Y al menesteroso sin cobertura;
20
Si no me bendijeron sus lomos, Y del vellón de mis ovejas se calentaron;
21
Si alcé contra el huérfano mi mano, Aunque viese que me ayudarían en la puerta;
22
Mi espalda se caiga de mi hombro, Y mi brazo sea quebrado de mi canilla.
23
Porque temí el castigo de Dios, Contra cuya alteza yo no tendría poder.
24
Si puse en oro mi esperanza, Y dije al oro: Mi confianza eres tú;
25
Si me alegré de que mi hacienda se multiplicase, Y de que mi mano hallase mucho;
26
Si he mirado al sol cuando resplandecía, Y á la luna cuando iba hermosa,
27
Y mi corazón se engañó en secreto, Y mi boca besó mi mano:
28
Esto también fuera maldad juzgada; Porque habría negado al Dios soberano.
29
Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, Y me regocijé cuando le halló el mal;
30
(Que ni aun entregué al pecado mi paladar, Pidiendo maldición para su alma;)
31
Cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! nunca nos hartaríamos.
32
El extranjero no tenía fuera la noche; Mis puertas abría al caminante.
33
Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, Escondiendo en mi seno mi iniquidad;