8
Sécase la hierba, cáese la flor: mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
9
Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalem; levántala, no temas; di á las ciudades de Judá: ¡Veis aquí el Dios vuestro!
10
He aquí que el Señor Jehová vendrá con fortaleza, y su brazo se enseñoreará: he aquí que su salario viene con él, y su obra delante de su rostro.
11
Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo cogerá los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente las paridas.
12
¿Quién midió las aguas con su puño, y aderezó los cielos con su palmo, y con tres dedos allegó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza, y con peso los collados?
13
¿Quién enseñó al espíritu de Jehová, ó le aconsejo enseñándole?
14
¿A quién demandó consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, ó le enseñó ciencia, ó le mostró la senda de la prudencia?
15
He aquí que las naciones son reputadas como la gota de un acetre, y como el orín del peso: he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
16
Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio.
17
Como nada son todas las gentes delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es.
18
¿A qué pues haréis semejante á Dios, ó qué imagen le compondréis?