9
Mas ahora, habiendo conocido á Dios, ó más bien, siendo conocidos de Dios, ¿cómo os volvéis de nuevo á los flacos y pobres rudimentos, en los cuales queréis volver á servir?
10
Guardáis los días, y los meses, y los tiempos, y los años.
11
Temo de vosotros, que no haya trabajado en vano en vosotros.
12
Hermanos, os ruego, sed como yo, porque yo soy como vosotros: ningún agravio me habéis hecho.
13
Que vosotros sabéis que por flaqueza de carne os anuncié el evangelio al principio:
14
Y no desechasteis ni menospreciasteis mi tentación que estaba en mi carne: antes me recibisteis como á un ángel de Dios, como á Cristo Jesús.
15
¿Dónde está pues vuestra bienaventuranza? porque yo os doy testimonio que si se pudiera hacer, os hubierais sacado vuestros ojos para dármelos.
16
¿Heme pues hecho vuestro enemigo, diciéndoos la verdad?
17
Tienen celos de vosotros, pero no bien: antes os quieren echar fuera para que vosotros los celéis á ellos.
18
Bueno es ser celosos en bien siempre; y no solamente cuando estoy presente con vosotros.
19
Hijitos míos, que vuelvo otra vez á estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros;
20
Querría cierto estar ahora con vosotros, y mudar mi voz; porque estoy perplejo en cuanto á vosotros.
21
Decidme, los que queréis estar debajo de la ley, ¿no habéis oído la ley?
22
Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, el otro de la libre.
23
Mas el de la sierva nació según la carne; pero el de la libre nació por la promesa.
24
Las cuales cosas son dichas por alegoría: porque estas mujeres son los dos pactos; el uno ciertamente del monte Sinaí, el cual engendró para servidumbre, que es Agar.
25
Porque Agar ó Sinaí es un monte de Arabia, el cual es conjunto á la que ahora es Jerusalem, la cual sirve con sus hijos.
26
Mas la Jerusalem de arriba libre es; la cual es la madre de todos nosotros.
27
Porque está escrito: Alégrate, estéril, que no pares: Prorrumpe y clama, la que no estás de parto; Porque más son los hijos de la dejada, que de la que tiene marido.
28
Así que, hermanos, nosotros como Isaac somos hijos de la promesa.
29
Empero como entonces el que era engendrado según la carne, perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
30
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera á la sierva y á su hijo; porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.
31
De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, mas de la libre.