2
Y mandó el rey llamar magos, astrólogos, y encantadores, y Caldeos, para que mostrasen al rey sus sueños. Vinieron pues, y se presentaron delante del rey.
3
Y el rey les dijo: He soñado un sueño, y mi espíritu se ha perturbado por saber del sueño.
4
Entonces hablaron los Caldeos al rey en lengua aramea: Rey, para siempre vive: di el sueño á tus siervos, y mostraremos la declaración.
5
Respondió el rey y dijo á los Caldeos: El negocio se me fué: si no me mostráis el sueño y su declaración, seréis hechos cuartos, y vuestras casas serán puestas por muladares.
6
Y si mostrareis el sueño y su declaración, recibiréis de mí dones y mercedes y grande honra: por tanto, mostradme el sueño y su declaración.
7
Respondieron la segunda vez, y dijeron: Diga el rey el sueño á sus siervos, y mostraremos su declaración.
8
El rey respondió, y dijo: Yo conozco ciertamente que vosotros ponéis dilaciones, porque veis que el negocio se me ha ido.
9
Si no me mostráis el sueño, una sola sentencia será de vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de mí, entre tanto que se muda el tiempo: por tanto, decidme el sueño, para que yo entienda que me podéis mostrar su declaración.
10
Los Caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el negocio del rey: demás de esto, ningún rey, príncipe, ni señor, preguntó cosa semejante á ningún mago, ni astrólogo, ni Caldeo.
11
Finalmente, el negocio que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.
12
Por esto el rey con ira y con grande enojo, mandó que matasen á todos los sabios de Babilonia.
13
Y publicóse el mandamiento, y los sabios eran llevados á la muerte; y buscaron á Daniel y á sus compañeros para matarlos.
14
Entonces Daniel habló avisada y prudentemente á Arioch, capitán de los de la guarda del rey, que había salido para matar los sabios de Babilonia.
15
Habló y dijo á Arioch capitán del rey: ¿Qué es la causa que este mandamiento se publica de parte del rey tan apresuradamente? Entonces Arioch declaró el negocio á Daniel.
16
Y Daniel entró, y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría al rey la declaración.
17
Fuése luego Daniel á su casa, y declaró el negocio á Ananías, Misael, y Azarías, sus compañeros,
18
Para demandar misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, y que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia.
19
Entonces el arcano fué revelado á Daniel en visión de noche; por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
20
Y Daniel habló, y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglo hasta siglo: porque suya es la sabiduría y la fortaleza:
21
Y él es el que muda los tiempos y las oportunidades: quita reyes, y pone reyes: da la sabiduría á los sabios, y la ciencia á los entendidos:
22
El revela lo profundo y lo escondido: conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él.
23
A ti, oh Dios de mis padres, confieso y te alabo, que me diste sabiduría y fortaleza, y ahora me enseñaste lo que te pedimos; pues nos has enseñado el negocio del rey.
24
Después de esto Daniel entró á Arioch, al cual el rey había puesto para matar á los sabios de Babilonia; fué, y díjole así: No mates á los sabios de Babilonia: llévame delante del rey, que yo mostraré al rey la declaración.
25
Entonces Arioch llevó prestamente á Daniel delante del rey, y díjole así: Un varón de los trasportados de Judá he hallado, el cual declarará al rey la interpretación.
26
Respondió el rey, y dijo á Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme entender el sueño que vi, y su declaración?
27
Daniel respondió delante del rey, y dijo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al rey.
28
Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer á cabo de días. Tu sueño, y las visiones de tu cabeza sobre tu cama, es esto:
29
Tú, oh rey, en tu cama subieron tus pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser.
30
Y á mí ha sido revelado este misterio, no por sabiduría que en mí haya, más que en todos los vivientes, sino para que yo notifique al rey la declaración, y que entiendieses los pensamientos de tu corazón.
31
Tú, oh rey, veías, y he aquí una grande imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible.
32
La cabeza de esta imagen era de fino oro; sus pechos y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de metal;